Mesa arrimadera*, decorativa, que puede contar con travesaños* ornamentados entre los soportes*, en cuyo cruce se sitúa la piña* o elemento ornamental abultado. Suele hacer juego con un espejo*. De la misma altura que el zócalo*, al igual que la chimenea*, marca el eje decorativo de la sala. Los tableros* son a menudo de piedras duras o mármoles (cfr. mesa de jaspe*). La mesa decorativa profusamente ornamentada que centra y estructura la decoración de una estancia tiene su origen en la Italia del siglo XVII. Luis XIV adoptó el modelo y aumentó el tamaño de los espejos, dando forma definitiva a un conjunto que se difundió por todo el occidente en el siglo XVIII. Las consolas de tablero* contorneado y patas eseadas que se curvan violentamente hacia el interior, típicas del Rococó, dieron paso a las neoclásicas, de sobre de media luna o rectangular. Las versiones oblongas, que tuvieron especial arraigo en Inglaterra, están documentadas en España desde la segunda década del siglo XVIII. A principios del XIX se levantan sobre un zócalo y se adornan con un espejo entre los soportes.