El color de las maderas no viene dado por la celulosa, sino por las sustancias que llenan el lumen o impregnan las paredes de las células: resinas, taninos, gomas, etc. La albura* es normalmente más clara que el duramen*. Las especies boreales suelen ser de colores pálidos, y las tropicales de tonos vivos y subidos. Dentro de una misma especie, los colores varían en función del crecimiento, la edad del árbol, las condiciones climáticas particulares en las que se ha desarrollado cada individuo, y los procesos de oxidación y reducción de los productos de impregnación producidos por la luz y el aire una vez cortado. Los colores más habituales de las maderas son: blanco amarillento, amarillo, amarillo rosado, marrón claro, marrón rojizo, marrón oliváceo, verde oliváceo, negro violáceo, etc. Se pueden matizar o alterar merced a distintos procedimientos: estufado, teñido y mordentado -adecuado para las especies ricas en taninos-.